Busca el pozo más profundo y baja hasta el fondo
Quienes me conocen bien saben que soy una gran aficionada a los libros de Haruki Murakami. Por un lado me gusta el modo en el que escribe, pero sobre todo me fascina cómo trata el sufrimiento, el dolor, la frustración y la soledad del alma con historias emocionanetes, donde la realidad y la fantasía más inconsciente se mezclan para elaborar un desarrollo emocional y psicológico de sus protagonistas. Si bien es cierto que no todos sus libros me han fascinado por igual, hay uno de ellos que me dejó impactada durante mucho tiempo. Y fue «Crónica del pájaro que da cuerda al mundo«.
Para los que no la conozcáis, y a grandes rasgos, la novela trata sobre los conflictos internos no resueltos del pasado y sobre la ruptura de patrones y de convicciones sociales en busca de la libertad personal. De entre todo lo que le sucede al joven Tooru Okada, lo que más me impactó era como, día tras día, decidía bajar a un pozo seco que había cerca de su casa, acompañado sólo por su reloj, que le ayudaba a no perder el sentido del tiempo, y un bate de beisbol.
Ese ritual de bajar al pozo es una metáfora que con frecuencia los pacientes también utilizan en consulta. Necesitamos bajar al pozo para alejar todo estímulo externo que podamos tener. También para centrarnos en nosotros, en nuestra respiración, pulsaciones, en la percepción de cada músculo y parte de nuestro cuerpo. Pero sobre todo para estar con nosotros mismos, con nuestros miedos, con nuestros pensamientos y emociones más profundos. No se trata de una huida de la realidad, sino más bien de un querer estar más en contacto con ella, con nuestra realidad, con nosotros mismos. Y para ello es necesario bajar al pozo, a los infiernos, y sentirnos.
«Cuando debas ir hacia arriba, busca la torre má alta y sube hasta la cúspide. Cuando debas ir hacia abajo, busca el pozo más profundo y baja hasta el fondo.»