En el amor, elige calidad a cantidad
A raíz de una conversación que tuve ayer con una paciente en consulta, me puse a pensar sobre las relaciones sentimentales, y más concretamente sobre la cantidad de amor que recibimos. ¿Cómo podemos medir la cantidad de amor que los demás nos prodigan? ¿Somos conscientes cuando queremos de cuánto queremos? ¿Y de cómo lo hacemos?
La percepción del amor que recibimos de los demás no tiene porqué ser igual al amor que el otro siente que nos da. Decir a alguien «te quiero» son solo palabras; por supuesto, puede ser que dichas palabras estén cargadas de emoción al pronunciarlas en voz alta. Pero querer a alguien no se basa solo en decir esas dos palabras mágicas, ni nada tiene que ver con lo mucho que digamos que queremos, como «te quiero para siempre» o «hasta el infinito». Como sucedía en la escena final de la película «Closer», cuando Alice le dice a Daniel que no siente ese amor que él tanto dice que siente, que dónde está, pues no puede tocarlo; de nada sirve que expresemos verbalmente algo si nuestras acciones no acompañan a esas palabras.
Con el amor sucede algo parecido como con la comida. Podemos atiborrarnos a comida basura y sí, comeremos mucho, pero será comida de mala calidad y tarde o temprano nuestro cuerpo pasará factura a la ingesta de alimentos de este tipo. Es decir, será cantidad pero mala calidad. Sin embargo, podemos elegir comer sano, eligiendo bien los productos que comemos y comiendo solo lo que el cuerpo necesite, sin excesos. Puede ser que comamos menos, pero lo que comamos nuestro cuerpo lo digerirá mejor, nos proporcionará mejor calidad de vida y mayor bienestar personal.
Así pues, no es tan importante cuánto queramos o cuánto nos digan que nos quieren, sino cómo queremos y cómo nos demuestran que nos quieren.