¿Del amor al odio hay un paso?
Con frecuencia los pacientes me expresan en consulta el odio y el rencor que sienten hacia sus parejas después de la ruptura. Sucede independientemente de si la persona ha sido dejada o ha dejado a la pareja. ¿Cómo puede ser que alguien a quien se amaba y con quien se compartía el día a día ahora provoque sentimientos tan agresivos? ¿Es porque sigue habiendo amor? ¿O es que nunca lo hubo?
El hecho de rememorar momentos dolorosos de la relación o de cómo ha sido la ruptura de manera repetitiva provoca que el sufrimiento vivido en aquel momento no se disipe. El pasado vuelve al presente una y otra vez. A su vez, estos sentimientos pueden despertar deseos de venganza hacia la expareja, para provocar en el otro el mismo sufrimiento que ellos sienten.
Amar significa desear lo mejor a la otra persona, significa alegrarse por sus éxitos, cuidarla, respetarla y tenerla en cuenta. No concibo el amor desde el deseo de provocar sufrimiento al otro, por mucho daño que nos haya hecho. No concibo dejar de querer a alguien porque ese alguien nos haya dejado de querer. El amor no es causal, no queremos porque nos quieren. Ni desaparece tan pronto se da la ruptura.
Procesar y manejar el dolor de la separación es el mejor camino para que el sufrimiento, el rencor y el odio inicial den lugar a sentimientos de paz y tranquilidad. Tomar distancia física y emocional para ver la relación, la ruptura e incluso a la otra persona desde una perspectiva diferente, así como no repetirnos continuamente lo mal que estamos o que lo pasamos son claves que pueden ayudarnos a recomponernos y a no seguir anclados a esos sentimientos dolorosos. Se trata de aceptar lo que pasó para seguir adelante.