Esqueísmo, o el arte de no tomar responsabilidades
Pocas cosas me resultan menos proactivas y promotoras al cambio como el esqueísmo. No, si buscáis en la RAE no encontraréis la definición. Sin embargo es una costumbre cada vez más habitual la de justificar nuestro comportamiento poniendo delante la construcción es que: «es que había tráfico, y por eso llego tarde«, «es que lo nuestro no funciona«, «es que el perro se comió mis apuntes«.
Cuando se usan los esqueísmos se está justificando lo que pasa por motivos ajenos a uno mismo, no se hace cargo de las decisiones que se toman o de las acciones que se llevan a cabo. La gente se irresponsabiliza por completo. Y al hacerlo, no se está tomando partido en las soluciones en ningún sentido. Una lavada de manos en toda regla.
El miedo a las represalias, a que se enfaden y la falta de madurez a la hora de asumir las consecuencias es lo que lleva a practicar el esqueísmo. Sobre todo se hace visible en los adolescentes, pero también en la gente adulta. Justifican su vida actual por circunstancias vitales que sucedieron hace años, siguen desconfiando de sus nuevas parejas y «es que mi primera novia me fue infiel», y llevando vidas muy lejos de sus sueños e ilusiones y «es que de pequeño me dijeron que nunca llegaría lejos».
Nada justifica nada. Ni poner bombas, ni maltratar, ni abandonarse, ni hacer daño a los demás… El pasado nos sirve para entender de dónde venimos, solo para eso. Si queremos ser realmente libres debemos dejar de lado las excusas y asumir qué vida llevamos, y cambiarla para que se acerque más a la que queremos llevar. Porque a mí no me sirven para nada los es ques, ¿y a ti?