Pidamos ayuda y aprendamos de ella
Un estudio reciente afirma que nos sentimos mejor si ante un problema tratamos de resolverlo antes que pedir ayuda, aunque no hayamos sabido resolverlo por nuestra cuenta. Pero, ¿sabemos aceptar la ayuda y aprender de ella?
Aunque todos estamos igual de preparados para hacer frente a las situaciones que tenemos delante, unos perciben la amenaza superior a sus capacidades y reaccionan bloqueándose y otros tratan de desarrollar todas sus estrategias para hacerle frente. Cuando pedimos ayuda lo hacemos porque valoramos que nuestros recursos no son suficientes para resolver el problema o porque no encontramos el modo correcto de hacerlo. La ayuda nos sirve para ver la situación desde otra perspectiva y enfrentarla desde otro ángulo.
Tratar de solucionar el problema desde fuera, o que nos los solucione otra persona, es una estrategia útil que nos puede ayudar en un momento puntual, pero sus efectos no son duraderos. Si se da el caso de que el problema aparece de nuevo, u otro similar, sentiremos que de nuevo no tenemos los recursos para combatirlo. Buscar las soluciones en uno mismo, con los recursos que tenemos, nos hace aprender sobre nuestras capacidades, valorarnos y poner en marcha una creatividad que, aunque el problema se vuelva a dar, nos será útil en un futuro, pues la solución estará en nosotros, y no necesitaremos de agentes externos que nos ayuden a resolverlo, aunque quizá sí a recordarnos que somos capaces.
Así pues, pidamos ayuda. No nos avergoncemos de afirmar que no hemos sido capaces de solucionar un problema, pues nadie nace erudito en nada. Pero sobre todo, aprendamos de los errores y de las nuevas estrategias. Eso nos hará crecer, madurar y ser más felices.