«Un amor sin reservas, por favor»
Hasta que la conocí y viví su manera de amar, no sabía lo que era que me quisieran sin reservas, me decía un amigo hace unas semanas. Yo lo escuchaba atenta, pues me sorprendía enormemente aquello que me decía. Los días posteriores a nuestra charla, y sin darme apenas cuenta, empecé a pensar en ese concepto: querer sin reservas. ¿Qué significaba realmente esa expresión? ¿Cómo se podía querer a alguien con reservas? ¿Querer a alguien con reservas es querer?
Cuando acudimos a nuestro restaurante favorito, la obra de teatro que tanto deseábamos ver o a la ventanilla de una aerolínea para comprar un billete y no hemos hecho la reserva previa, confiamos que habrá sitio para nosotros sin problemas. La serenidad nos acompaña y en la mayoría de los casos puede ser que hasta consigamos lo que queremos. Así pues, enlazando esta idea a la principal, cuando queremos sin reservas queremos con la confianza y tranquilidad de lo que sentimos. No tenemos que adelantarnos ni que preocuparnos por lo que estamos viviendo. Estamos seguros de ello y lo expresamos con sinceridad. No hay nada que esconder. Nada que ocultar.
Por otro lado, querer sin reservas también tiene que ver con querer al otro en y con todas sus circunstancias. Hay personas que solo quiere y muestra cariño cuando las cosas van bien, y cuando hay problemas (que no nos engañemos, todos tenemos), desaparecen. Muy probablemente lo hacen porque no saben cómo enfrentarse a la situación conflictiva, por cobardía o porque no están dispuestos a hacer nada por el otro, es decir, por egoísmo.
Por último, querer sin reservas también significa querer al otro con todos sus demonios. Esto es, con todas esas cosas del pasado y presente que le hacen daño, le avergüenzan y le hacen sentirse mal consigo mismo. Por supuesto también podemos incluir querer al otro con sus manías, defectos, rarezas…
Entonces, cuando se quiere a alguien con reservas, ¿es eso realmente amor? No, definitivamente no.