Como veamos nos verán
Cuando hablamos de los demás se puede hablar de dos maneras: bien o mal. Y según la forma de la que hablemos con los demás, resultaremos más o menos simpáticos.
Los cotilleos maliciosos son indudablemente peores que los positivos si buscamos caer bien a los demás. En un estudio reciente se quiso comprobar cuánto nos afecta a nosotros lo que hablamos de los demás. En él, los participantes vieron unas cintas de video en las que unos actores hablaban de una tercera persona, un amigo o conocido. Algunos de los comentarios del actor sobre su amigo eran muy negativos, como “Odia a los animales. Hoy iba de camino a la tienda, vio un cachorrito de perro y le dio una patada para apartarlo de su camino.” Después, a los participantes se les pidió que puntuaran la personalidad del actor. Gracias al efecto conocido como transferencia espontánea de rasgos, los participantes atribuyeron de manera sistemática los rasgos negativos que pronunciaba el actor con el mismo actor. Es decir, que si decimos cosas agradables sobre los amigos, nos verán como personas agradables. Pero si no dejamos de hablar maliciosamente de ellos, la gente, inconscientemente, asociará con nosotros esos rasgos negativos.
Así que, ojo con lo que sentimos, pensamos y, sobre todo, decimos de los demás, pues los que nos escuchan asocian inconscientemente a nuestra persona las características que describimos. Como veamos nos verán.