Amor incondicional a la familia
Nos han enseñado desde pequeños que nuestra familia es lo más importante para nosotros. Nos han enseñado a querer y respetar a nuestros padres, hermanos, abuelos, tíos, primos… Pero, ¿debemos hacerlo a cualquier precio?
La familia es nuestra mayor fuente de aprendizaje y donde nos desarrollamos como personas sociales que somos. Pero, con suerte, existe un momento en el que, como decía un profesor mío, nos damos cuenta que nuestra madre no es la Virgen María y nuestro padre no es San José. Nos damos cuenta de que no todos los miembros de la familia cuidan y velan por la familia, llegando incluso a herir y maltratar a otros miembros en beneficio propio. ¿Qué hacer entonces? Tenemos dos opciones: o aceptar que no todo es perfecto y aguantar lo que nos echen porque creemos que la familia es más importante que nosotros mismos; o rebelarnos y ponernos en nuestro sitio, poner a cada cual en su sitio, y vivir nuestra vida.
Me resulta realmente complicado entender cómo una persona entrega y mantiene un amor incondicional hacia un miembro de su familia, cuando de este no hace más que recibir malos tratos e infelicidad, solo porque sea de “su sangre”. Romper esa idea irracional nos hará más libres, no tengo ninguna duda.