Cómo se forman los diamantes
Hace unos días curioseaba cómo se formaban los diamantes, esas piedras preciosas tan valiosas y que solo encontramos en 35 países alrededor del mundo.
Resulta que cuando diversos materiales que contienen carbono están sometidos a altas presiones, estratos microscópicos se van uniendo poco a poco, átomo a átomo, acumulándose unos sobre otros. El resultado de esas altas presiones y esa acumulación de átomos a lo largo de miles de años es la formación de estas piedras preciosas. Se calcula que se formaron bajo la superficie terrestre entre 140 y 190 kilómetros de profundidad. Erupciones volcánicas dadas en el pasado hicieron que subieran a la superficie, donde el hombre las encontró y admiró.
Sin darme cuenta empecé a comparar estas piedras preciosas con las personas. Estas peculiares piedras que han estado sometidas a altas presiones y han sabido agrupar y conservar átomo a átomo sobre ellas estratos microscópicos, llegan a brillar con una luz increíble y a ser casi indestructibles. ¿Acaso no es lo mismo que les pasa a muchas personas?
Si os paráis a pensar dos segundos qué personas son las que brillan con luz propia y se sienten fuertes, casi indestructibles, son aquellas personas que han sabido acumular a lo largo de su vida vivencias, aprendizajes y compañeros de viaje, por pequeños que fueran. Son personas que han estado bajo presión y han sabido aguantar ese peso y esa (en ocasiones) oscuridad. Han sabido esperar el momento y aprovechado la oportunidad para salir a la superficie y hacerse encontrar por los demás. Pues un diamante no necesita llamar la atención, lo hace por sí mismo, sin darse apenas cuenta.
Y cuando encontramos a una persona así, un diamante en vida, lo queremos a nuestro lado, porque sabemos lo valioso que es. Reconocerlas y admirarlas, sobre todo, para querer ser cada más piedra preciosa. Aprender de ellas que todo lo que nos envuelve y sucede lo integramos y, según cómo lo vivamos, el carbono que tenga, hará que brillemos cada día un poco más.